viernes, 1 de febrero de 2013

Viernes 1 de febrero. De vuelta a España.

El viernes tocaba levantarse temprano. A las 5:30 de la mañana teníamos que estar de camino al instituto, no sin antes despedirme de mi familia eslovaca (lo que fue un poco difícil porque no tenían idea de inglés ni de español, pero la expresión corporal suele ayudar). Salí de casa muerta de sueño con Sara, la estudiante que me acogía. De camino al instituto me fui despidiendo de la nieve y del frío. No había que andar mucho para llegar al instituto, en cinco minutos ya estábamos allí, ¡menos mal que me tocó vivir en Nizna! Allí me encontré a los chicos de mi instituto, a los estudiantes polacos y a los finlandeses, todos cargadísimos con maletas. Nos despedimos de los eslovacos y cogimos el autobús hasta el aeropuerto de Polonia. Muchos aprovecharon para dormir pero yo me quedé mirando por la ventana las casas llenas de nieve, que allí eran preciosas, y los árboles (¡a Sol y a mí nos encantaron los árboles de Eslovaquia!).


En el aeropuerto, ¿cómo no?, más despedidas. Ahora solo quedábamos los estudiantes españoles y teníamos que coger el avión. Algunos tuvimos algún problemilla porque las familias eslovacas nos habían llenado de regalos y no todos cabían en una maleta, además compramos un montón de cosas en el aeropuerto... pero conseguimos repartirnos un poco el equipaje y nos metimos en el avión. Esta vez no estábamos tan nerviosos y cuando nos quisimos dar cuenta, ¡ya estábamos otra vez en España! Y todo era tan diferente a Eslovaquia... sobre todo porque hacía un calor increíble. Y en cuanto llegamos, otra vez a un autobús. Por el camino paramos a comer en un restaurante, ¡echábamos muchísimo de menos la comida española! 

Después de unas horitas más en el autobús, llegamos a Almendralejo... ¡por fin! No podíamos creer que ya estuviéramos en casa y que todo lo que había sucedido aquella semana fuera cierto. Fue una experiencia realmente difícil de olvidar.

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